p. 405 Propiamente hablando, no obedecemos a la ley, sino al poder, pues la obediencia se presta a alguien, a la voluntad de alguien. Al cumplir la ley, estamos necesariamente obedeciendo al poder, prestando nuestro consentimiento a la voluntad de alguien, y no sólo reconociendo la racionalidad de algo. Pero dar nuestro consentimiento a la voluntad de alguien, tiene sentido si esa voluntad quie...