RESUMEN:
«La voluntad de Dios es absolutamente inmutable. Pero adviértase que una cosa es mudar de querer, y otra querer que alguna cosa se mude, pues bien puede alguien, sin que cambie en lo más mínimo su voluntad, querer que primero se haga una cosa y después se haga lo contrario.».


TEXTUAL:
«La voluntad de Dios es absolutamente inmutable. Pero adviértase que una cosa es mudar de querer, y otra querer que alguna cosa se mude, pues bien puede alguien, sin que cambie en lo más mínimo su voluntad, querer que primero se haga una cosa y después se haga lo contrario. La voluntad se muda cuando alguien empieza a querer lo que antes no quiso, o deja de querer lo que anteriormente quería, cosas que no pueden ocurrir si no se presupone alguna mudanza por parte del conocimiento o alguna modificación de disposiciones en la substancia del que quiere. La razón es porque, como la voluntad tiene por objeto el bien, de dos maneras puede alguien empezar a querer de nuevo alguna cosa: o porque ésta empieza de nuevo a ser un bien para él, como, por ejemplo, al llegar el frío empieza a ser un bien sentarse a la lumbre, cosa que antes no lo era, o porque empieza a conocer de nuevo que es bien suyo lo que antes ignoraba que lo fuese; y si deliberamos es precisamente para averiguar cuál es nuestro bien. Pero, según hemos visto, tanto la substancia de Dios como su ciencia son absolutamente inmutables. Por consiguiente es absolutamente inmutable su voluntad»


FUENTE:
DE AQUINO, Tomás: Suma de Teología, Parte Primera (Libro) , , Ed.BAC, 2001 (Reimp. de la ed. de 1994) Madrid parte I, q. 19, a. 7c


FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Suma de Teología, Parte Primera Ed. BAC, Madrid, 2001 (1273)


CLAVES: Voluntad > Voluntad divina > Inmutable, imutabilidad