Virtud > Morales > Fórmulaciones aristotélico-tomistas
RESUMEN:
cuando es necesario que la operación del hombre sea a propósito de las cosas que son objeto del apetito sensible, se requiere para la bondad de la operación que haya en el apetito sensible alguna disposición o perfección mediante la cual dicho apetito obedezca con facilidad a la razón; y a ésta disposición o perfección la llamamos virtud
cuando es necesario que la operación del hombre sea a propósito de las cosas que son objeto del apetito sensible, se requiere para la bondad de la operación que haya en el apetito sensible alguna disposición o perfección mediante la cual dicho apetito obedezca con facilidad a la razón; y a ésta disposición o perfección la llamamos virtud
TEXTUAL:
ARTÍCULO IV : En cuarto lugar se pregunta si el irascible y el concupiscible pueden ser sujeto de virtud
RESPUESTA.
En efecto, dado que la virtud -como fue dicho antes-, designa cierto acabamiento de la potencia, y la potencia se ordena al acto, es necesario establecer la virtud humana en aquella potencia que es principio del acto humano. Pero se designa acto humano el que no es ejercido de cualquier modo en el hombre o por el hombre, porque también en ciertos [actos] convienen las plantas, los brutos y los hombres, sino el que es propio del hombre. Ciertamente, entre los demás [vivientes] el hombre tiene esto de propio en su acto: que es dueño de su acto. Por consiguiente, cualquier acto del que el hombre es dueño, es propiamente acto humano; no sin embargo aquellos [actos] de los que el hombre no es dueño, aunque se realicen en el hombre, como digerir, crecer y otros semejantes. Por lo tanto, en lo que es principio de tal acto del cual el hombre es dueño, se puede establecer la virtud humana.
Con todo, se ha de saber que acontece que para tal clase de acto hay un triple principio. Uno, como el [principio] primero que mueve e impera -por el que el hombre es dueño de su acto-, y éste es la razón o bien la voluntad. Otro, es el [principio] que mueve movido, como el apetito sensible, que también es movido por el apetito superior en cuanto le obedece y, entonces, a su vez mueve a los miembros exteriores por su imperio. Y el tercero es [el principio] que es sólo movido, esto es, el miembro exterior.
Ahora bien, aunque ambos, esto es el miembro exterior y el apetito inferior, sean movidos por la parte superior del alma: sin embargo [lo son] de distinta manera. Pues el miembro exterior obedece ciegamente (ad nutum) al [principio] superior que impera sin ninguna oposición conforme al orden de su naturaleza, a no ser que haya algún impedimento; como es manifiesto en la mano y en el pie. Pero el apetito inferior tiene una inclinación propia en razón de su naturaleza por lo que no obedece al apetito superior ciegamente, pues algunas veces se opone; de ahí que Aristóteles diga en su Política que el alma domina al cuerpo con poder despótico, como el señor al siervo, quien no tiene la facultad de resistir en ninguna orden al señor, mientras que la razón domina a las partes inferiores del alma con poder real y político, es decir, como los reyes y los príncipes de las ciudades gobiernan a los libres, los que tienen el derecho y la facultad de rechazar algunos preceptos del rey o del príncipe.
Por lo tanto, en el miembro exterior no es necesario algo perfectivo del acto humano sino su disposición natural, en razón de la cual es por naturaleza movido por la razón; pero en el apetito inferior, el cual puede oponerse a la razón, es necesario algo por lo que la operación que la razón ordena se siga sin oposición.
SI PUES EL PRINCIPIO INMEDIATO DE OPERACIÓN ES IMPERFECTO, ES NECESARIO QUE LA OPERACIÓN SEA IMPERFECTA POR MUCHA PERFECCIÓN QUE TENGA EL PRINCIPIO SUPERIOR. Y por esto, si el apetito inferior no estuviese en perfecta disposición para seguir el imperio de la razón, la operación -la que es del apetito inferior como del principio próximo-, no sería perfecta en cuanto a bondad. En efecto, habría como una cierta oposición del apetito sensible, por lo que una cierta tristeza acompañaría al apetito inferior movido por medio de cierta violencia por el [apetito] superior, como sucede en quien tiene fuertes concupiscencias, a las cuales sin embargo no sigue por prohibírselo la razón.
POR LO TANTO, CUANDO ES NECESARIO QUE LA OPERACIÓN DEL HOMBRE SEA A PROPÓSITO DE LAS COSAS QUE SON OBJETO DEL APETITO SENSIBLE, SE REQUIERE PARA LA BONDAD DE LA OPERACIÓN QUE HAYA EN EL APETITO SENSIBLE ALGUNA DISPOSICIÓN O PERFECCIÓN MEDIANTE LA CUAL DICHO APETITO OBEDEZCA CON FACILIDAD A LA RAZÓN; Y A ÉSTA [DISPOSICIÓN O PERFECCIÓN] LA LLAMAMOS VIRTUD.
Por consiguiente, cuando hay alguna virtud a propósito de aquellas cosas que pertenecen propiamente a la capacidad irascible, como la fortaleza acerca de los temores y las audacias, la magnanimidad acerca de las cosas arduas que se espera alcanzar, la mansedumbre acerca de las iras, se afirma que tal virtud está también en el irascible como en su sujeto. Por otra parte, cuando hay [alguna virtud] a propósito de aquellas cosas que son propiamente del concupiscible, se afirma que están en el concupiscible como en su sujeto; como la castidad que es acerca de las delectaciones venéreas, y la sobriedad y la abstinencia, que son acerca de las delectaciones en las comidas y en las bebidas.
ARTÍCULO IV : En cuarto lugar se pregunta si el irascible y el concupiscible pueden ser sujeto de virtud
RESPUESTA.
En efecto, dado que la virtud -como fue dicho antes-, designa cierto acabamiento de la potencia, y la potencia se ordena al acto, es necesario establecer la virtud humana en aquella potencia que es principio del acto humano. Pero se designa acto humano el que no es ejercido de cualquier modo en el hombre o por el hombre, porque también en ciertos [actos] convienen las plantas, los brutos y los hombres, sino el que es propio del hombre. Ciertamente, entre los demás [vivientes] el hombre tiene esto de propio en su acto: que es dueño de su acto. Por consiguiente, cualquier acto del que el hombre es dueño, es propiamente acto humano; no sin embargo aquellos [actos] de los que el hombre no es dueño, aunque se realicen en el hombre, como digerir, crecer y otros semejantes. Por lo tanto, en lo que es principio de tal acto del cual el hombre es dueño, se puede establecer la virtud humana.
Con todo, se ha de saber que acontece que para tal clase de acto hay un triple principio. Uno, como el [principio] primero que mueve e impera -por el que el hombre es dueño de su acto-, y éste es la razón o bien la voluntad. Otro, es el [principio] que mueve movido, como el apetito sensible, que también es movido por el apetito superior en cuanto le obedece y, entonces, a su vez mueve a los miembros exteriores por su imperio. Y el tercero es [el principio] que es sólo movido, esto es, el miembro exterior.
Ahora bien, aunque ambos, esto es el miembro exterior y el apetito inferior, sean movidos por la parte superior del alma: sin embargo [lo son] de distinta manera. Pues el miembro exterior obedece ciegamente (ad nutum) al [principio] superior que impera sin ninguna oposición conforme al orden de su naturaleza, a no ser que haya algún impedimento; como es manifiesto en la mano y en el pie. Pero el apetito inferior tiene una inclinación propia en razón de su naturaleza por lo que no obedece al apetito superior ciegamente, pues algunas veces se opone; de ahí que Aristóteles diga en su Política que el alma domina al cuerpo con poder despótico, como el señor al siervo, quien no tiene la facultad de resistir en ninguna orden al señor, mientras que la razón domina a las partes inferiores del alma con poder real y político, es decir, como los reyes y los príncipes de las ciudades gobiernan a los libres, los que tienen el derecho y la facultad de rechazar algunos preceptos del rey o del príncipe.
Por lo tanto, en el miembro exterior no es necesario algo perfectivo del acto humano sino su disposición natural, en razón de la cual es por naturaleza movido por la razón; pero en el apetito inferior, el cual puede oponerse a la razón, es necesario algo por lo que la operación que la razón ordena se siga sin oposición.
SI PUES EL PRINCIPIO INMEDIATO DE OPERACIÓN ES IMPERFECTO, ES NECESARIO QUE LA OPERACIÓN SEA IMPERFECTA POR MUCHA PERFECCIÓN QUE TENGA EL PRINCIPIO SUPERIOR. Y por esto, si el apetito inferior no estuviese en perfecta disposición para seguir el imperio de la razón, la operación -la que es del apetito inferior como del principio próximo-, no sería perfecta en cuanto a bondad. En efecto, habría como una cierta oposición del apetito sensible, por lo que una cierta tristeza acompañaría al apetito inferior movido por medio de cierta violencia por el [apetito] superior, como sucede en quien tiene fuertes concupiscencias, a las cuales sin embargo no sigue por prohibírselo la razón.
POR LO TANTO, CUANDO ES NECESARIO QUE LA OPERACIÓN DEL HOMBRE SEA A PROPÓSITO DE LAS COSAS QUE SON OBJETO DEL APETITO SENSIBLE, SE REQUIERE PARA LA BONDAD DE LA OPERACIÓN QUE HAYA EN EL APETITO SENSIBLE ALGUNA DISPOSICIÓN O PERFECCIÓN MEDIANTE LA CUAL DICHO APETITO OBEDEZCA CON FACILIDAD A LA RAZÓN; Y A ÉSTA [DISPOSICIÓN O PERFECCIÓN] LA LLAMAMOS VIRTUD.
Por consiguiente, cuando hay alguna virtud a propósito de aquellas cosas que pertenecen propiamente a la capacidad irascible, como la fortaleza acerca de los temores y las audacias, la magnanimidad acerca de las cosas arduas que se espera alcanzar, la mansedumbre acerca de las iras, se afirma que tal virtud está también en el irascible como en su sujeto. Por otra parte, cuando hay [alguna virtud] a propósito de aquellas cosas que son propiamente del concupiscible, se afirma que están en el concupiscible como en su sujeto; como la castidad que es acerca de las delectaciones venéreas, y la sobriedad y la abstinencia, que son acerca de las delectaciones en las comidas y en las bebidas.
FUENTE:
DE AQUINO, Tomás: Cuestón disputada sobre la virtud (Libro) , , Ed.Eunsa, 08/2000 Pamplona IV
DE AQUINO, Tomás: Cuestón disputada sobre la virtud (Libro) , , Ed.Eunsa, 08/2000 Pamplona IV
FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Cuestón disputada sobre la virtud Ed. Eunsa, Pamplona, 2000
DE AQUINO, Tomás: Cuestón disputada sobre la virtud Ed. Eunsa, Pamplona, 2000
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