RESUMEN:
Virtudes intelectuales y morales: distinción, y por qué el nombre de virtud corresponde más adecuadamente a las virtudes de la parte apetitiva. Templanza, fortaleza y justicia. Virtudes adquiridas y virtudes infusas.


TEXTUAL:
ARTÍCULO XII: En decimosegundo lugar se pregunta si las virtudes se distinguen entre sí. Se investiga. sobre la distinción de las virtudes.



RESPUESTA (...)

Por lo tanto, es necesario que sea de otra naturaleza la virtud que perfecciona la parte cognoscitiva para conocer lo verdadero, y la que perfecciona la parte apetitiva para aprehender el bien. De ahí que, en el libro de la Ética el Filósofo distinga las virtudes intelectuales de las morales; e intelectuales se designan las que perfeccionan la parte intelectual para conocer lo verdadero; morales, en cambio, las que perfeccionan la parte apetitiva para apetecer el bien.



Y porque el bien conviene más apropiadamente a la parte apetitiva que a la intelectiva, el nombre de virtud corresponde más conveniente y propiamente a las virtudes de la parte apetitiva que a las virtudes de la intelectiva; aunque las virtudes intelectivas sean perfecciones más preeminentes que las virtudes morales, como se prueba en Ética VI.



Además, del mismo modo, el bien de la parte apetitiva no se halla de igual forma en todas las cosas humanas. Y esta clase de bien es buscado en tres clases de materia, a saber, en las pasiones del irascible, en las pasiones del concupiscible, y en nuestras operaciones que versan sobre las cosas exteriores que conciernen a nuestro uso, como se da en la compra, la venta, el salario, el arrendamiento, y otras cosas de este género.



En efecto, el bien del hombre en las pasiones es que de tal manera éste se relacione con ellas, que no decline del juicio de la razón por el ímpetu de aquéllas; por lo cual, si hay algunas pasiones que se hallan naturalmente inclinadas a impedir [la realización] del bien de la razón incitando a obrar o a ir en la búsqueda [de algo contrario], el bien de la virtud consiste principalmente en cierto refrenar y retraer; como es manifiesto en la templanza, que refrena y reprime las concupiscencias. En cambio, si la pasión principalmente se halla naturalmente inclinada a impedir el bien de la

razón retrayendo [de él], como en el caso del temor, el bien de la virtud en relación a esta clase de pasión estará en el resistir; lo que lleva a cabo la fortaleza.



Por otra parte, en relación a las cosas exteriores, el bien de la razón consiste en que [tales cosas] tengan la proporción debida en tanto que se refieren a la comunicación de la vida humana; y por esto se le asigna el nombre de justicia, de la que es propio regular y encontrar la igualdad en esta clase de cosas.



Pero se ha de considerar que, tanto el bien de la parte intelectiva como el de la apetitiva, es doble: a saber, el bien que es último fin (ultimus finis), y el bien que es en razón del fin (propter finem); tampoco la naturaleza de ambos es la misma. Y por esto además de todas las virtudes mencionadas, conforme a las cuales el hombre alcanza el bien en estas cosas que son conducentes al fin (in his quae sunt ad finem), es necesario que haya otras virtudes conforme a las cuales el hombre se disponga rectamente con respecto al último fin, que es Dios; de ahí que [dichas virtudes] sean denominadas teológicas, porque no sólo tienen a Dios por fin sino también por objeto.



FUENTE:
DE AQUINO, Tomás: Cuestón disputada sobre la virtud, Ed.Eunsa, 2000 Pamplona XII


FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Cuestón disputada sobre la virtud Ed. Eunsa, Pamplona, 2000


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