p. 175 Que el bien es el fundamento de la obligación significa que la obligación es la relación o vínculo existente entre nosotros y nuestro bien, cuando este bien no lo conocemos perfectamente y, por lo tanto, no lo apetecemos necesariamente. Conocerlo perfectamente es conocerlo perfectamente en cuanto bien, es decir, en cuanto apetecible, y, por tanto, apetecerlo sin restricción alguna. Si lo conociéramos perfectamente –si lo apeteciéramos necesariamente–, no nos obligaría, pues lo haríamos naturalmente.
p. 174 En realidad, la única respuesta a este problema consiste en volver a aquel principio que evita su planteamiento. La razón del obrar moral es el deseo de bien o felicidad, porque este deseo es la razón necesaria de todo obrar. No cabe un fundamento adicional para el obrar moral además de que lo que se hace sea nuestro bien. El mandato divino no añade una nueva razón para el obrar; sólo aporta un conocimiento sobre nuestro bien, que es superior a nuestro propio conocimiento sobre dicho bien[Alasdair MACINTYRE, Tres versiones..., op. cit., p. 197]. Se debe obedecer a Dios porque lo que manda es nuestro bien, y lo es con mayor seguridad que la que nos proporciona nuestro propio conocimiento acerca de nuestro bien. Si no fuera así, no estaríamos obligados sino, a lo sumo, coaccionados.