Un acto es contra la naturaleza, no porque sea artificial, sino porque contradice por sí el fin de la naturaleza. El ejemplo de la contracepción. Si no sería también antinatural o inmoral, el fomento de la ovulación para tener hijos.

Nota 79, p. 267 Esta es la tendencia de algunas éticas ecológicas. En ello radica también el error argumental de algunos enemigos de los métodos artificiales de regulación de la natalidad. Al respecto digo aquí sólo lo siguiente: la moralidad o inmoralidad de tales actos no radica tanto en que sean artificiales o naturales los medios empleados como en que tales medios incluyan de por sí una contradicción al fin per se de la generación. Subrayo el término medio, para indicar una idea importante: presupuesta una general apertura al bien de la vida, per se debido a todo ejercicio de la facultad sexual, cabe, sin embargo, imaginar situaciones en las que la limitación de la natalidad pueda ser lo justo. En tales casos –que por lo demás, no se pueden determinar a priori– existe una diferencia esencial entre escoger un medio artificial o, por el contrario, optar por la continencia periódica. La diferencia no estriba en que unos sean naturales y los otros artificiales, pues de entrada habría que precisar qué se entiende ahí por «natural», ya que, desde cierto punto de vista, existen maneras «naturales» de evitar la fecundación que son claramente inmorales (ej. onanismo). Ateniéndonos al sentido de lo «natural» desarrollado en este libro, es natural lo conforme al fin per se de las inclinaciones naturales, y antinatural lo contrario. Ahora bien: si este es el sentido normativo de «lo natural», resulta patente que en los llamados «métodos artificiales», ni más ni menos que en el onanismo, se impide esencialmente el logro del fin propio de la inclinación sexual. Tal cosa, sin embargo, no ocurre en el caso de la continencia periódica: ejercer el acto sexual en períodos infecundos no significa escoger un medio per se contradictorio con el fin propio de la sexualidad. El medio no es per se contradictorio, sino sólo per accidens, como en el caso de la esterilidad. Por lo demás, el interés de atenerse a lo natural no está motivado por una especie de idolatrización de la naturaleza, sino por la convicción de que sólo respetándola se obra secundum virtutem, y se preserva la dignidad humana, porque no se mediatiza al hombre para un fin externo a él mismo.