Tener algo por naturaleza es no tenerlo desde sí mismo, es algo impuesto

, tener algo «por naturaleza» es no tenerlo desde sí mismo; es tenerlo desde otra instancia distinta de nosotros mismos, puesto que nos lo encontramos como algo dado y previo a nuestra actuación. Aquí, lo natural tiene un sentido definitivo o definitorio: lo que nos define en cuanto tales, y de lo que no podemos prescindir, porque nos constituye en nuestro ser así –humanos– y no de otro modo.
En efecto: Santo Tomás cuenta el fin último entre las cosas dadas al hombre por naturaleza, al lado de los primeros principios especulativos, circa quae non potest aliter se habere. Frente a ellos, el fin último lo describe como quem non potest non velle. No está en nuestra mano conocer si no es conocer en los principios, no está en nuestra mano querer si no es queriendo, al mismo tiempo, el fin último49, en lo que va incluido el querer la propia perfección50. Con ello, como es obvio, se excluye la posibilidad de atribuir al hombre una absoluta autonomía: no sólo en su ser, sino también en su operar, el hombre tiene algo dado: los primeros principios; ellos son los que definen su naturaleza específica51.
Ana Marta GONZÁLEZ, Moral, razón y naturaleza, 2ª ed., Eunsa, Pamplona 2006, p. 92