p. 148 (...) Por el contrario, la ética de la virtud no se centra en la cuestión acerca de qué hay que hacer, sino en la cuestión acerca de cómo hay que ser, de qué clase de persona se va a ser [Alasdair MACINTYRE, Tras la virtud, Editorial Crítica, Barcelona, 1987, p. 152]. La ética de la virtud es, efectivamente, una ética, una reflexión sobre el ethos o modo de ser que nos corresponde. Así, por ejemplo, lo que Aristóteles se plantea en sus escritos éticos no es qué debe hacerse, sino las diversas condiciones éticas que caben en el hombre –la virtud, la continencia, la incontinencia, el vicio, la brutalidad–, y cuáles han de procurarse y cuáles evitarse. Por ello, en la Retórica, menciona la ética como un conocimiento "sobre los caracteres"[Retórica, 1356a 26-27].
El centro de atención de la ética de la virtud no es directamente la acción, sino el agente: el carácter o forma de ser de éste.
p. 149 Actuar moralmente bien no consiste sólo en obrar algo bueno, sino en hacerlo de cierta manera[ARISTÓTELES, EN, 1137a 20-25.]. La razón de esto se encuentra en que el carácter moral de los actos consiste en su eficacia para configurar el carácter del propio agente, en su relevancia para decidir el modo de ser del hombre mismo; y no, en su eficacia para instaurar un determinado estado de cosas.

un elegir que sea también un elegirse

p. 150 Mientras actuamos por deber, la acción que realizamos sigue siendo, en cierta medida, una acción ajena, que no es propia y expresiva de lo que somos, sino de la ley bajo la que estamos.

p. 151 La perfección moral no consiste sólo en lo que se hace, sino en el modo como se hace: es también "una cuestión adverbial"[Higinio MARÍN, La invención de lo humano. La construcción socio-histórica del individuo, Iberoamericana, Madrid, 1997, p. 58].

p. 151 Ese modo de obrar virtuosamente o por virtud consiste en obrar de manera fácil, pronta y deleitable. Podemos resumirlo en el adverbio "gustosamente". Esto es lo que caracteriza al hombre virtuoso: que no sólo hace lo recto, sino que lo hace con deleite, gozándose en ello[TOMÁS DE AQUINO, In I Ethic., n. 158]. Pero hacer algo gustosamente implica que se está obrando, no por deber o por ley estrictamente, sino por cierta connaturalidad: por inclinación. Lo deleitable es lo adecuado o conveniente a la naturaleza –al carácter o disposición– del agente[ARISTÓTELES, EN, 1153a 15, 1154b 20]. En sentido similar, el gusto quedó definido anteriormente como coincidencia con la propia subjetividad. El hombre virtuoso realiza el bien siguiendo sus inclinaciones más íntimas, como proyección de su misma forma de ser[Josef PIEPER, Prudencia y Templanza, Rialp, Madrid, 1969, p. 13]. El obrar virtuosamente –el obrar moral perfecto– consiste en obrar en conformidad con el propio carácter virtuoso; no, en conformidad con la ley.
p. 153 [en la ética de la virtud] La ley tiene, por esencia, una función propedéutica: que el obrar en el que el sujeto se inicia por deber, alcance en ese sujeto su plenitud, al convertirse en un obrar por inclinación o connaturalidad.