RESUMEN:
El relativismo no sólo no tolera, sino que termina por despreciar la opinión del otro, porque tolerar supone aceptar algo que nos parece erroneo, pero que lo admitimos. En cambio, el relativismo lleva a ser completamente indiferente respecto al otro.


TEXTUAL:
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Finalmente, quisiera subrayar que la convivencia en la democracia exige indudablemente la virtud de la tolerancia, la capacidad de aceptar las diferencias, más concretamente, la disposición que nos lleva a soportar que otros crean, digan o hagan algo que nos parece mal, aceptación que hacemos por respeto a la libertad y dignidad del otro o con vistas a evitar males peores o para alcanzar bienes mayores. Pero esto sólo es posible si asumimos una real diferencia entre lo que queremos y lo que toleramos, entre lo que estimamos bueno y lo que estimamos malo, correcto o incorrecto, verdadero o falso, justo o injusto, mejor o peor. El horizonte de la tolerancia es esta diferencia fundamental entre los valores positivos y los negativos, y la presunción de que tenemos la razón cuando queremos los primeros y toleramos los segundos [50]. Porque lo que toleramos no nos parece bien, pero aceptamos que al otro sí le parezca bien, por su libertad, por eso la tolerancia es una virtud.

A la inversa, si desde el relativismo escéptico no reconocemos una verdadera diferencia entre los valores positivos y los negativos ni presumimos estar bien, es decir, tener cierta razón cuando apreciamos unas cosas y toleramos otras, entonces no estoy siendo realmente tolerante con el otro, sino meramente indiferente. Y si la tolerancia es una virtud, la indiferencia desde luego no lo es. La indiferencia no es ninguna perfección ética ni política. Por ella no se actúa contra el otro, pero tampoco se actúa con el otro ni para el otro. Este es borrado de nuestra existencia, le damos muerte social. La indiferencia no es una virtud política, sino una disposición contraria a la política, una disimulada especie de agresión social. En consecuencia, cabe admitir que la tolerancia sea una condición de posibilidad de la democracia, pero no que el relativismo sea una condición de posibilidad de la tolerancia, porque los principios relativistas la hacen imposible.

En su sentido más estricto, la indiferencia es la falta de respeto. He aquí una virtud social anterior a la tolerancia y condición de ella a la cual no se ha prestado casi atención a pesar de cumplir un papel fundamental en la constitución de la comunidad política. La voz latina respectus, de donde viene el vocablo español homólogo, tiene el significado de «atención», «consideración». Tal es el sentido primario del respeto: mirar al otro, atenderle, referirse a él; exactamente lo contrario de la indiferencia. Por ella uno se cierra al otro, lo saca de su horizonte vital, mientras que por el respeto se abre al otro y lo acoge como otro. Este es un momento que no envuelve aún crítica ni negatividad, más bien lo contrario: una presunción positiva a favor del otro, de valoración, por eso puede ser apertura. En el respeto, el otro aparece en su dignidad, como alguien valioso. Es la condición primera de la construcción social, muy anterior, por cierto, a la tolerancia, que conlleva el reconocimiento de algo negativo en el otro. Evidentemente, la apertura al otro mediada y motivada por la presunción de su valor, por un acto de confianza a su favor, puede verse frustrada y mostrársenos el otro en sus aspectos negativos, en aquello que no podemos compartir. Sólo entonces puede tener lugar la tolerancia, que, sin el respeto previo, sería mero prejuicio.



FUENTE:
ARAOS SAN MARTÍN, Jaime: Relativismo, tolerancia y democracia en H. Kelsen, Ed., 2008


FUENTE AMPLIADA:
ARAOS SAN MARTÍN, Jaime: Relativismo, tolerancia y democracia en H. Kelsen Ed. , , 2008


CLAVES: Relativismo ético > Relativismo como condición de tolerancia?