RESUMEN:
El relativista se considera a sí mismo neutral desde el punto de vista ético, porque según él no valora, sino que contempla todo como desde fuera. Pero esto no es verdad. Supone una toma de postura claramente filosófica, que se erige en superior a las demás. En esto consiste precisamente la DICTADURA DEL RELATIVISMO


TEXTUAL:
P.267

Otro problema es la pretensión de neutralidad y superioridad del relativismo respecto de las posiciones parciales y dogmáticas. En efecto, me parece que la perspectiva relativista es completamente legítima –y aún necesaria– como posición metódica cuando se trata de abrirse a otras culturas, otros horizontes, otros mundos, especialmente si ellos se muestran muy distintos y contrapuestos al propio. Entonces, el juicio sería prejuicio y, en cambio, es menester cierta actitud de neutralidad y exterioridad, de epojé, como condición de la apertura y de la eventual comprensión de aquello otro y nuevo que se nos presenta. Como camino y tránsito puede tener sentido tratar de mirar las cosas desde fuera como nos miraría a nosotros terrícolas el ojo de un marciano (para no hablar del «ojo de Dios» en el contexto de un relativismo escéptico). Pero hacer de esta posición metódicamente justificada una posición filosófica definitiva, la convierte en un autoritarismo epistemológico y valórico que inadvertidamente se autoerige como árbitro absoluto y posición absoluta que contempla y juzga las posiciones parciales «desde fuera y desde arriba». De aquí surge la llamada «dictadura del relativismo», vale decir, la tendencia a absolutizar en la práctica la posición relativista y a no tolerar las posiciones opuestas ni a admitir la discusión de sus premisas, valiéndose de ataques ad hominem que buscan acallar a sus adversarios en el espacio público. Es lo que sucede siempre que se exige «neutralidad moral» en el ámbito público y se acusa de arrogancia o fundamentalismo a la actitud contraria, siendo así que tanto la negación como la afirmación de la posibilidad de un conocimiento del bien son igualmente posiciones morales, de modo que no hay tal neutralidad y lo que se llama así es una máscara de la ideología o moral relativista47.

Paradójicamente, el relativismo se muestra así como un nuevo rostro de la intolerancia. Este encierro del sujeto en su propio dogmatismo, con una seguridad de sí tal que exige imponer sus dogmas relativistas a los que no los comparten, abre un peligroso camino para que el hecho pase a sustituir al derecho [48]. El relativismo como posición de la no posición es ciertamente una ficción y una ilusión, pues nadie está realmente en esa condición, sino siempre inmerso en un horizonte de comprensión, como lo han hecho ver Popper y la hermenéutica [49].

47 Vid. A. CARRASCO: Ética y liberalismo. Relexiones políticas a la luz de la ilosofía de Charles Taylor. Ril Editores, Santiago 2001, 2ª parte, esp. 108-135.

48 Cfr. J. RATZINGER: Verdad, valores, poder, cap. III. Cfr. L. E. GOODMAN: “Seis dogmas del relativismo”, en M. Dascal (ed.), Relativismo cultural y ilosofía. Perspectivas norteamericana y latinoamericana. UNAM, México 1992, 109-144.

49 Coincido en este punto con Rorty y su polémica defensa del etnocentrismo contra el relativismo. Vid. R. RORTY: Objectivity, Relativism and Thruth. Cambridge University Press, Cambridge 1991, 203ss. Cfr. ibíd., Pragmatismo y política. Paidós, Barcelona 1998, 81-103.



FUENTE:
ARAOS SAN MARTÍN, Jaime: Relativismo, tolerancia y democracia en H. Kelsen, Ed., 2008


FUENTE AMPLIADA:
ARAOS SAN MARTÍN, Jaime: Relativismo, tolerancia y democracia en H. Kelsen Ed. , , 2008


CLAVES: Relativismo ético > Crítica al relativismo > El relativista se considera el único neutral