RESUMEN:
Por la prudencia el hombre se hace bien a sí mismo; en cambio por el sólo arte sólo se produce una buena cosa exterior, pero no necesariamente uno se hace bueno a sí mismo.


TEXTUAL:
Respuesta a las objeciones: 1. A la primera hay que decir: El bien del arte se considera no en el mismo artista, sino más bien en la misma obra de arte, ya que el arte es la recta razón de lo factible, y la producción que se plasma en una materia exterior, no es perfección del productor, sino de la obra hecha(?). El bien de la prudencia, en cambio, se considera en el mismo agente, cuya perfección es el obrar mismo, pues la prudencia es la recta razón de lo agible, según se ha dicho (a.4). De ahí que para el arte no se requiera que el artista obre bien, sino que haga una obra buena. Se requeriría, más bien, que el producto del artífice obrase bien; por ejemplo, que el cuchillo cortase bien o que la sierra serrase bien, si estos instrumentos fuesen capaces de actuar por sí, y no más bien de ser movidos, ya que no tienen dominio de su acto. Por tanto, el arte no es necesario para que viva bien el mismo artífice, sino tan sólo para hacer una buena obra de arte y conservarla. La prudencia, en cambio, es necesaria no sólo para que el hombre haga cosas buenas, sino para que viva bien.


FUENTE:
Suma Teologica, I-II q.57, a.5, ad.1


FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Suma de Teología, I-II Ed. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1989


CLAVES: Prudencia > Diferencia con las demás virtudes intelectuales > Arte y prudencia