RESUMEN:
La belleza es la causa primera y específica del amor, y el amor es la fuerza motriz en nuestro caminar hacia el fin, cuya rectitud garantiza la moral


TEXTUAL:
p.60, §.1 La cuestión del amor permite reintroducir en la teología moral un gran tema totalmente desaparecido, el de la belleza. La belleza, en efecto, es la causa primera y específica del amor, como dice santo Tomás; no difiere del bien más que por su noción (I-II, q. 27, a. 1, ad 3m), que implica una relación especial con nuestras facultades de conocimiento, en la forma de la visión y de la audición. No obstante, esta afirmación no hace por entero justicia a la importancia del tema para los Padres. Es muy conocido el lamento de san Agustín: «Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde re amé» (Confesiones, 1. X, XXVII, 38). Es realmente por su belleza por lo que Dios atrajo a san Agustín desde su juventud, en el tiempo de su primera obra perdida, y le cautivó. «Y estaba admirado de que ya te amase, a ti y no a un fantasma de ti... Pero si yo era arrastrado a ti por tu belleza, bien pronto me alejaba de ti por mi peso...» (Conf., 1. VII, XVII, 23).

(...)

§3 Por otro lado, la Escritura no duda en atribuir la belleza a Dios, a los que le aman y a todas sus obras. Así se dice de la sabiduría: «Yo la amé y la pretendí desde mi juventud; me estoforcé por hacerla mi esposa y llegué a ser un apasionado de su belleza» (Sab 8, 2).

p.60 §.4 (...) Amor, bondad, belleza de Dios manifestadas en Jesucristo, tales son las fuentes primeras del dinamismo de la vida cristiana para los Padre. Es, por tanto, asombroso que los moralistas modernos hayan perdido hasta este punto el sentido de la belleza para no pensar en atribuirle ni siquiera una dimensión moral. Como en el amor, más bien desconfían, pensando, entre otras cosas, en los problemas que plantean los artistas. La razón es siempre la misma: no se ve cómo hacer entrar la belleza en las obligaciones, ni cómo deducir ésta de la belleza divina. A propósito de esto, nos podemos preguntar si la frecuente degradación del sentido de la belleza en el arte religioso, en el curso de los últimos siglos, no testimonia una disociación profunda y muy lamentable entre la vida de fe y la belleza, entre la caridad y la sensibilidad, en la que los teólogos podrían tener alguna responsabilidad. ¿No será hoy su tarea ayudarnos a encontrar de nuevo el sentido de la belleza de Dios y de sus obras?



FUENTE:
PINCKAERS, Servais: Las fuentes de la moral cristiana, Ed.Eunsa, 2000 Pamplona INTRODUCCIÓN, Cap. II, Panorámica del dominio de la Teología Moral: algunas cuestiones principales, 5. La cuestión del amor


FUENTE AMPLIADA:
PINCKAERS, Servais: Las fuentes de la moral cristiana Ed. Eunsa, Pamplona, 2000 (1985)


CLAVES: Moral > Belleza y moral