Los bienes propios de las inclinaciones no son, en cuanto tales, objeto de la razón práctica, y el bien del primer principio del razonar práctico es siempre un bien moral

Los bienes propios de las inclinaciones no son, en cuanto tales, objeto de la razón práctica: mientras que el objeto de la razón práctica es lo operable, los objetos de las inclinaciones, en sentido estricto no pueden ser «hechos», «constituidos»; por el contrario, ellos mismos preceden a la obra de la razón. Sin embargo, tal cosa no quiere decir que, radicalmente hablando, los objetos de las inclinaciones sean meros bienes naturales, puesto que desde el principio caen en el objeto de la voluntas ut natura. En este sentido, el mismo objeto de la simplex volitio –al menos en estado de naturaleza íntegra– no es sin más un bien natural, sino el bien integrado racionalmente, que, finalmente es un bien moral219. Finalmente, he dicho, porque sólo en la medida en que es constituido en objeto de nuestra intención (intentio) como fin suyo, llega a caer bajo el primer principio de la razón práctica: bonum est faciendum, malum est vitandum. En cualquier caso, llegados al terreno de la intención, las cosas son todavía mucho más claras. En efecto: es fácil advertir que las mismas inclinaciones no alcanzan su objeto sin mediación de la razón, lo cual significa, a su vez, que el hombre principie una acción en la que el bien materialmente perseguido habrá de ser integrado con otros aspectos. Ahora bien, precisamente lo que la necesidad de integración pone de manifiesto es que la consecución de cualquier bien «natural» es racional, y, por consiguiente, moral220.
219. A veces se habla de las tendencias naturales como moralmente neutrales. Como apunta INCIARTE, «This does not mean that they are indifferent for morality. On the contrary, even if not themselves moral the natural tendencies (rather than some non-natural values) contain the standards for morality. 'Neutral' does not mean 'indifferent' if by 'indifferent' is understood either 'irrelevant to moral choice' or 'ambivalent between good and evil'. This ambivalence is first introduced by the exercise of reason (and hence of will too). Without it moral life cannot get started. For moral life presupposes the possibility of (knowingly) deviating from natural tendencies in which the standards of morality are more or less manifest (more or less hidden)». INCIARTE, F., «Practical Truth», en Persona Verità e morale. Atti del Congresso Internazionale di Teologia Moral, Città Nuova Editrice ed. Roma, 1986, pp. 201-215, p. 205.
220. La distinción que GRISEZ establece entre bienes-fines de las tendencias y bienes-fines de la acción es útil y comprensible, pero puede arrojar la falsa impresión de que existe algo así como bienes premorales: «To prevent an act from attaining the natural end of the function to which it belongs certainly would be intrinsically immoral if 'natural end' refers to a good which one is morally required to seek» (Contraception and the Natural Law, p. 21). Su intención es distinguir dos sentidos de «natural»: uno equivalente a obligación moral y otro que se refiere a una hipotética necesidad natural. Esa distinción es interesante y puede contribuir a desarticular interpretaciones naturalistas de la ley natural. Sin embargo, importa subrayar que intentando determinados fines y eligiendo determinados actos, nos comprometemos de hecho con los bienes propios de ciertas inclinaciones naturales, los cuales, desde ese preciso momento, ya no pueden sin más considerarse sin más como bienes o fines meramente naturales: tienen relevancia moral.