RESUMEN:
Todo animal es movido a obrar porque su potencia cognoscitiva presenta ante sus apetitos un bien conveniente a ellos. En el animal se da un "juicio natural" de conveniencia o de inconveniencia de determinados objetos respecto a sus apetitos. Se trata de un juicio o estimación que ha sido puesto en ellos, al que no pueden renunciar, porque no son dueños de ese juicio. En cambio el hombre tiene dominio sobre sus juicios naturales porque es capaz de juzgarlos y de ver la conveniencia o no respecto a su fin natural Al dominar sus juicios, domina su propia acción. De ahí que la raíz de la libertad esté en la misma razón. Por ello, según tenga un ser la razón, así tendrá también el libre albedrío.


TEXTUAL:
ARTICULO 2 ¿Tienen libre albedrío los animales?

SOLUCIÓN

Hay que decir que los animales no tienen, en absoluto, libre albedrío. Para demostrar esta afirmación nos basamos en el hecho de que, al concurrir en nuestra operación tres elementos, a saber, el conocimiento, el apetito y la operación misma, TODO EL CONSTITUTIVO DE LA LIBERTAD DEPENDE DEL MODO DE CONOCIMIENTO [tota ratio libertatis ex modo cognitionis dependet]. En efecto, el apetito sigue al conocimiento, porque el apetito siempre es del bien propuesto por la potencia cognoscitiva. Y el hecho de que a veces parezca que el apetito no sigue al conocimiento se debe a que no se refieren ambos al mismo objeto. El apetito dice relación a lo operable concreto, mientras que el juicio de la razón se ocupa, de vez en cuando, de un objeto universal que, a veces, se opone al mismo apetito. Ahora bien cuando se juzga algo como operable en particular en un momento determinado, nunca puede ser contrario al apetito. En efecto, el que quiere fornicar, aun sabiendo, de un modo general, que la fornicación es un mal, juzga que en ese momento, para él, el acto de fornicar es bueno y lo elige como tal. Nadie, dice Dionisio [De div. nom. c.4 §32], obra buscando el mal.

Al apetito, si no hay algo que lo impida, le sigue el movimiento u operación. Por eso, si el juicio de la facultad cognoscitiva no está en el poder de alguien, sino que le viene impuesto de otra parte, tampoco estará en su poder el apetito ni, en consecuencia, el movimiento o la operación. Por su parte, el juicio está en poder del que juzga en cuanto que es capaz de juzgar su propio juicio, ya que sólo podemos juzgar lo que está a nuestro alcance. Ahora bien, juzgar el juicio propio es exclusivo de la razón, la cual reflexiona sobre su acto y conoce las relaciones de las cosas sobre las que juzga y de las cuales se vale para juzgar. De ahí que la raíz de la libertad esté en la misma razón. Por ello, según tenga un ser la razón, así tendrá también el libre albedrío. Y como la razón se da, en su plena perfección, sólo en el hombre, síguese que sólo en él se encuentra de un modo pleno el libre albedrío.

Los animales, por su parte, poseen algo semejante a la razón en cuanto que participan de cierta prudencia natural, dado que la naturaleza inferior se aproxima de algún modo a lo que es propio de la superior, y dicha semejanza se funda en que poseen un juicio ordenado sobre algunas cosas. Pero poseen este juicio por estimación natural, no por comparación, ya que desconocen la razón de su propio juicio. Esto supuesto, dicho juicio no se extiende a todo como el juicio de la razón, sino a algunos objetos determinados. De igual modo, se da también en ellos una cierta similitud de libre albedrío, en cuanto que pueden hacer o dejar de hacer una misma cosa conforme a su juicio, de modo que existe en ellos una especie de libertad condicionada, dado que pueden actuar o no actuar según juzguen que deben, o no, hacerlo. Pero, como ese juicio está determinado a una sola cosa, también están determinados el apetito y la acción. De ahí que, según Agustín, en Super Genesim ad litteram [9, c.14], se mueven por lo que ven y, según el Damasceno [cf. De fide, 2, c.27; 2, c.18], son guiados por las pasiones, porque juzgan desde un plano natural sobre tal objeto visto y sobre tal pasión. De donde precisan ser movidos, por la visión de algo o por la pasión que surge, a huir de algo o tratar de alcanzarlo. Así la oveja, al ver al lobo, necesariamente teme y huye. De igual modo el perro, al surgir la pasión de la ira, necesariamente ladra y persigue para hacer daño.

El hombre, en cambio, no es movido necesariamente por las cosas que le salen al paso ni por las pasiones que surgen en él, porque puede aceptarlas o rechazarlas. Por eso el hombre tiene libre albedrío y los animales no.



COMENTARIO:
Los animales tienen como una serie de respuestas prefijadas ante determinados estímulos, que cuando se dan en las mismas circunstancias, responden siempre de igual manera. Por eso se puede hacer ciencia experimental con los animales, y no así con los hombres.


FUENTE:
DE AQUINO, Tomás: Opúsculos y cuestiones selectas, vol. 2 (Libro) , , Ed.BAC, 2003 Madrid Q. DEL LIBRE ALBEDRÍO, Art. 2 ¿Tienen libre albedrío los animales? (De Veritate, q.24)


FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Opúsculos y cuestiones selectas, vol. 2 Ed. BAC, Madrid, 2003


CLAVES: Libertad > ¿Tienen libertad los seres irracionales?