RESUMEN:
Diferencia entre la noción tomista de libertad y la «libertad de indiferencia» que se desarrolla a partir de Ockham, y que se convierte en la noción dominante hasta nuestros días.
TEXTUAL:
p.391, §.2-393,§.1 La línea de demarcación entre las dos concepciones de la libertad que vamos a estudiar fue trazada, histórica y sistemáticamente, por las interpretaciones dadas a la primera parte de la definición del libre arbitrio que legó Pedro Lombardo a la teología occidental: «El libre arbitrio es esa facultad de la razón y de la voluntad por la cual se escoge el bien con la asistencia de la gracia o el mal sin esta asistencia». «Liberum vero arbitrium est facultas rationis et voluntatis, qua bonum eligitur gratia assistente, vel malum cadem desistente», II, Sent. dist. 24, c.3

El comienzo de esta definición puede recibir dos interpretaciones diametralmente opuestas. Inspirándose en el análisis aristotélico de la elección, santo Tomás había explicado la libertad como una facultad que procede de la razón y de la voluntad, que se unen para componer el acto de la elección, formado así por un juicio práctico y una volición. Para él, el libre arbitrio no es una facultad primera; presupone la inteligencia y la voluntad [cf. I, q.83]. Se encuentra, pues, arraigado en las inclinaciones a la verdad y al bien que constituyen estas facultades.

Por el contrario, Ockham sostiene que el libre arbitrio precede a la razón y a la voluntad; es lo que las mueve a sus actos, pues ?dice puede elegir libremente, conocer o no, querer o no. Para Ockham, el libre arbitrio es la facultad primera, anterior a la inteligencia y a la voluntad por lo que respecta a sus actos.

Esta interpretación ya había sido formulada en la escuela franciscana. San Buenaventura la recoge como una primera opinión sobre la distinción entre el libre arbitrio, la razón y la voluntad: «(El libre arbitrio) es la fuerza que dirige a la voluntad y a la razón, que las rige y las mueve; su acto primero no es el discernimiento ni la volición, sino el acto reflejo sobre estos dos, que los mueve y los rige, o sea, ese acto que se expresa cuando se dice que se quiere discernir y que se quiere querer. Ese acto es el preámbulo de la razón y de la voluntad, y esta primera facultad corresponde al Padre, pues su acto es aquello que hay de más poderoso y es primero, no siendo movido, sino que mueve».[*]

[*] «...et est virtus imperans rationi et voluntati et utramque regens et movens, cuius actus primus non est discernere et velle, sed actus reflexus super haec duo et haec duo movens et regens, ille videlicet quo dicitur quis velle discernere vel velle se velle. Et iste actus praeambulus est ad rationem et voluntatem, et ista potentia correspondet Patri, pro eo quod actus eius maxime potens est et primus est, cum non moveatur, sed moveat». In II Sent. d. 25, p. 1 a. 1.

Siendo un punto primero [de partida], se comprende que la libertad no pueda ser probada, pues toda razón que se diera para demostrarla comprendería elementos tan dudosos y tan desconocidos, sino más, que la conclusión que se extraería en favor de la libertad (Ockham, Quodl. 1, q. 16). La libertad se propone como un postulado, un hecho primero de la experiencia humana. Comprobamos, en efecto, que, cualquiera que sea la decisión dictada por nuestra razón, nuestra voluntad puede seguirla o no seguirla (Quodl. 1, q. 16).

¿Cómo podemos caracterizar la voluntad a partir de esta experiencia? La libertad reside por completo en el poder que posee nuestra voluntad de determinarse entre cosas contrarias y esto a partir sólo de ella, como entre el sí y el no, entre lo que dicta la razón y su contrario, entre el querer y el no querer, obrar o no obrar, entre lo que ordena la ley y su contrarío, etc. La libertad consiste, pues, en una indeterminación o indiferencia radical de la voluntad respecto de cosas contrarias, de suerte que ésta produce sus actos de una manera totalmente contingente. Como dirá Gabriel Biel, la libertad es esencialmente la facultad de los dos opuestos. Queda calificada por la indiferencia entre los opuestos.

Se comprende así que la libertad quede prácticamente identificada con la voluntad, como fuente de las voliciones y de los actos, como poder de autodeterminación. De alguna manera viene a constituir el ser del hombre, al estar en el origen de sus actos. En este sentido J.P. Sartre pudo escribir: «Mi libertad no es una cualidad sobreañadida o una propiedad de mi naturaleza; es enteramente la materia de mi ser».

De hecho, de esta interpretación la libertad sale transformada. Ya no se define por el atractivo hacia el bien que se ejerce en el amor y en el deseo, como en santo Tomás y en los Padres; se presenta como una indiferencia radical de la que procede un puro querer, que es exactamente una imposición de la voluntad a sí mismo o a otros, esto es, «una presión consciente de sí mismo sobre sí mismo», siguiendo la definición de E. Mounier. Ésta será la acepción moderna del querer. La espontaneidad espiritual ya no es lo primero; es superada por la autoposesión de la libertad por medio de la indiferencia. Como dijo Nietzsche: «Un hombre que quiere manda en sí a algo que obedece o que cree que le obedece» [*]. La voluntad ya no queda caracterizada por el amor, sino por la relación del mandamiento (befehlen) y de la obediencia (gehorchen).

[Ein Mensch, der will, befiehlt einem Etwas in sich, das gehorcht oder von dem er glaubt, dass es gehorcht, Nietezche, Más allá del bien y del mal, en «Obras completas», Buenos Aires, 1947, t. VIII, n. 19]

FUENTE:
PINCKAERS, Servais: Las fuentes de la moral cristiana, Ed.Eunsa, 2000 Pamplona CAPÍTULO XIII LATEOLOGÍA MORAL EN EL PERÍODO ACTUAL
FUENTE AMPLIADA:
PINCKAERS, Servais: Las fuentes de la moral cristiana Ed. Eunsa, Pamplona, 2000 (1985)
CLAVES: Libertad > Libertad como autonomía, como «libertad de indiferencia»