p. 125 Por tanto, la ley se ordena a que lo mandado por ella se convierta en costumbre, a que los ciudadanos se hagan a este modo de obrar, se aficionen a esta clase de acciones, y éstas acaben constituyendo su forma habitual y característica de comportarse. Por esto, la ley no debe ser cambiada con frecuencia, pues, de lo contrario, nunca llegará a hacerse costumbre. Sólo será prudente modificar la ley cuando la mejora que se obtenga de ésta compense la ruptura de la costumbre, que esa modificación implica124.
124. Aristóteles, Política, 1269 a 13-24. Santo Tomás de Aquino, S. Th., I-II, q 97, a 2 c; In II Politic., lect. 12.