p. 255 En toda presentación del estado de naturaleza, o del hipotético estadio a partir del cual se emprendería la construcción de lo político –la "posición original" de Rawls, por ejemplo–, la caracterización del individuo y los recursos disponibles para racionalizar el diseño del orden legal y estatal –intereses, experiencias, derechos, valores, etc.– son contenidos que suponen ya, implícitamente, lo político: son determinaciones de lo humano que reflejan y proceden de una determinada clase de sociedad. En cualquier versión del estado de naturaleza o cosa similar, el individuo natural no es sino un sujeto caracterizado por un conjunto selecto de rasgos propios del ciudadano típico de un tipo histórico de sociedad, al cual le ha sido sustraída, nominalmente, su pertenencia a dicha sociedad. En la filosofía política del liberalismo, el individuo es el primer y fundamental constructo.
Con patente satisfacción, Nozick declara acerca de su propio proyecto: "Hemos cumplido nuestra tarea de explicar cómo surgiría el Estado a partir del estado de naturaleza sin que los derechos de nadie fueran violados"[1]. Pero es igualmente patente, a la vista de las páginas de su obra, que los sujetos que podrían quedar satisfechos con esa explicación son quienes viven y piensan como ciudadanos de una sociedad occidental, desarrollada y democrática, y con una arraigada cultura liberal. El estado de naturaleza de Nozick se parece demasiado al tipo de sociedad que él mismo conoce. En Nozick, y en el liberalismo en general, el razonador político que, desde el estado de naturaleza, asume la tarea de justificar racionalmente el Estado, es el ciudadano que, provisto de los recursos materiales, morales e intelectuales que le proporciona un tipo de Estado y de cultura política, se plantea –con evidente falta de autoconciencia– si necesita para algo el Estado.

[1] Robert Nozick, op. cit., p. 118.