p. 183 La ética de la virtud supone necesariamente –como ha señalado MacIntyre– entender el término "hombre" como un concepto funcional, que indica una función o tarea específica. Sólo si ser hombre consiste en realizar una función concreta, las apreciaciones valorativas sobre los hombres –bueno, malo, virtuoso, vicioso...– pueden constituir proposiciones factuales –descriptivas, podríamos decir–, y ser, así, susceptibles de verdad o falsedad[Alasdair MACINTYRE, Tras la virtud, op. cit., pp. 83-84]. Un concepto funcional del hombre es una concepción teleológica de la naturaleza humana; y desde esta concepción, tiene sentido –y necesidad– preguntarse cuál es esa función en la que consiste ser un hombre, o –en palabras de Peter Geach– "para qué están los seres humanos"[Peter T. GEACH, Las virtudes, Eunsa, Pamplona, 1993, p. 19].