RESUMEN:
Naturaleza de la Iglesia en contraste con la organización de un Estado.

TEXTUAL:
p.296-297

Card. Ratzinger: La Iglesia no es una organización más entre otras muchas, ni tampoco una especie de Estado en el Estado, que debería configurarse de acuerdo con las demás reglas democráticas. La Iglesia es otra cosa, por así decir, es una fuerza espiritual. Tiene su forma social y de organización, pero en lo esencial es una fuente que produce y suministra una fuerza que el Estado no puede obtener por sí mismo. Hay una frase de Böckenförde que se ha hecho famosa: «la sociedad democrática vive de unas fuerzas que ella misma no puede generar», que es lo mismo que antes daba a entender, aludiendo a algún sistema necesario para su protección.

Eso, en mi opinión, también sería entrar en una cuestión que ahora no vamos a tratar, la democracia en la Iglesia. Además, si se piensa que la Iglesia debe ser una imitación del Estado, es porque se desconoce su naturaleza. Pues, como sabemos, la propia democracia, digamos, es un audaz intento de regular según el principio de mayoría un ámbito limitado de hechos humanos. Sería absurdo querer extender eso a cuestiones sobre la verdad y el bien; y sería también un sinsentido que, por ejemplo, por el principio democrático, una gran minoría tuviera que obedecer siempre, y se originara una especie de oligarquía, de predominio de un grupo. En esto la democracia misma necesita realidades capaces de integrarla, que den sentido a sus mecanismos, y que se constituyan de tal modo que correspondan a su intrínseca función.

Para la Iglesia es muy importante que no se la considere primariamente como un organismo autónomo que ofrece una amplia prestación de servicios, sino que vive lealmente, dinámicamente, de algo que no hace ella misma, y así podrá dar a la humanidad lo que ésta nunca podría obtener por propio esfuerzo. La Iglesia no puede dar órdenes al mundo, pero tiene respuestas para su confusión y su desorientación. Con esas imágenes bíblicas de la «sal de la tierra», de la luz del mundo, se da a entender que la Iglesia tiene función de representación. La «sal de la tierra» presupone que no toda la tierra es sal. La Iglesia tiene, como Iglesia, una función para un todo, dentro de un todo, y no es la simple copia de otra cosa, ni siquiera de un Estado. Todo esto tiene que estar presente en su vida. Tiene que ser consciente de lo específico de su mensaje, y estar, como la luz de Dios, en el devenir del mundo, manteniéndose libre y abierta para que al mundo le llegue el aire que necesita para respirar.



FUENTE:
RATZINGER, Joseph: La sal de la tierra (Libro) , , Ed.Palabra, 2005 Madrid 296-297

FUENTE AMPLIADA:
RATZINGER, Joseph: La sal de la tierra Ed. Palabra, Madrid, 2005 (1996)

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