RESUMEN:
El placer que experimentamos al satisfacer las necesidades de la naturaleza, el placer es como un aliciente y un premio a la debida satisfacción. Pero cuando se intenta el premio sin haber cumplido, es como quien roba una medalla sin haber corrido


TEXTUAL:
La naturaleza goza, y nosotros también, cuando satisfacemos natural y razonablemente las necesidades del cuerpo y del espíritu: comer, beber, engendrar hijos, tomar el sol o descansar son cosas estupendas cuando tienen un sentido. Y es bueno dar gracias a Dios por las mil satisfacciones que encontramos en ellas.

Sin embargo lo importante de una recompensa es que sea merecida; es decir, ganada a pulso por haber alcanzado lo que nos hace acreedores del premio. Una medalla olímpica sólo es valiosa para quien la conquista: para el ladrón es un trozo de metal. La satisfacción de subir al podio sólo la siente plenamente el que, de verdad, ha ganado la prueba sin estimulantes ni favores ilegítimos. Por eso nos resulta despreciable y ridícula la figura del que, obsesionado por llenarse los oídos de aplausos, hace trampa. Ése no es un atleta: ni siquiera será capaz de entender plenamente la alegría del verdadero triunfador. Su colección de medallas no es más que un muestrario de chatarra.

Algo semejante podemos decir del placer. Buscarlo por sí mismo, y no por su sentido profundo es, además de un desorden, una estupidez. Significa, en el fondo, no entenderlo, porque se le priva de significado. El hedonista, al poner el placer como fin y razón de su vida, ni siquiera sabe disfrutarlo: se le marchita entre las manos, porque un placer sin fin ni sentido es tan absurdo, tan tedioso y frustrante como un dolor sin objeto


FUENTE:
MONASTERIO, Enrique: Pensar por libre, Ed.Palabra, 1996 Madrid p.86


FUENTE AMPLIADA:
MONASTERIO, Enrique: Pensar por libre Ed. Palabra, Madrid, 1996


CLAVES: Felicidad > Placer > El placer sin sentido