p. 166 (...) . La virtud perfecta, la excelencia práctica, está compuesta por la recta apetición y por la acertada deliberación, situadas las dos en su recíproca dinámica constitutiva.
p. 167 Pero no olvidemos que la virtud es tanto apetencia como competencia, con su recíproca dinámica constitutiva. Al iniciarse en la práctica de una actividad, el aprendiz no va adquiriendo sólo la pericia correspondiente a dicha tarea; va adquiriendo también la experiencia –el conocimiento– de los actos que componen esa actividad y, de esta forma, va alcanzando el apetito de ellos. A medida que tiene experiencia de esos actos y los va realizando mejor, obtiene mayor deleite en ellos: configura su modo de apetecer en el sentido de esos actos, es decir, va educando su gusto. Para lograr la virtud es necesario tener experiencia de los actos sobre los que versa esa virtud, y tener la experiencia de la bondad de esos actos, es decir, la delectación o gozo que producen. A la vez, cuanto más perfecta es la realización de esos actos, más pleno es el deleite que el agente encuentra en ellos.
p. 168 La delectación promueve la pericia, y la pericia intensifica la delectación. De nuevo, nos encontramos con esa dinámica circular, con esa espiral de crecimiento, que es el modo como interaccionan la virtud como apetencia y la virtud como competencia.