p. 85 Es el Estado liberal el que, por su pretendida neutralidad ética, corre constantemente el riesgo de convertirse en Estado totalitario.
p. 85 Es preciso liberar a lo político de la reductio ad potestatem, que ha sufrido en el pensamiento de la Modernidad. Lo político no versa exclusivamente sobre el poder, sino fundamentalmente sobre el habitar común, sobre la constitución de un ethos común. Lo político no es meramente una cuestión sobre lo krático, sino, sobre todo, un asunto ético. Esto puede hacernos entender que la política, en cuanto configuración de un ethos, sólo puede ser una acción integradora y arquitectónica. La sombra de totalitarismo que nos pueda inquietar, no se disipa manteniendo ese concepto reductivo de lo político, en la forma de un Estado instrumental-formal, que supuestamente renuncia a todo papel ético. Ensayar esta vía sólo nos puede conducir, como mínimo, a entregar la configuración del ethos común –que nunca dejará de constituirse– a fuerzas y agentes anónimos y desconocidos, acabando así bajo un sometimiento, sólo menos doloroso por menos percibible. Limitar lo político a base de des-politizar lo ético, sólo puede implicar, por definición, poner en manos ajenas nuestra forma de vivir: renunciar a la autonomía colectiva.

Por el contrario, ese riesgo de totalitarismo se combate verdaderamente con un reconocimiento de la función ética de lo político –y, por tanto, de la dimensión política de lo ético– que vaya acompañado por una desestatalización de lo político: eliminar el monopolio estatal sobre lo público, haciendo de la sociedad una responsabilidad compartida acerca de lo público. Esto significa tanto una socialización de lo político, como una politización de lo social, y conlleva una limitación de la autonomía individual –por cuanto lo particular queda gravado con la responsabilidad de lo común– en favor de un fortalecimiento de la autonomía colectiva. En definitiva, el totalitarismo se elimina mediante la participación activa, consciente y responsable en una acción política integral.



p. 86 La política sigue consistiendo –como ya advirtió Aristóteles– en la elección deliberada de una vida común, y no meramente en la defensa contra las agresiones, o en la protección de los derechos [Política, 1280b.].