En qué consiste la evidencia: en la naturalidad o espontaneidad con la que el virtuoso formula el precepto de su acción

p. 96. El precepto evidente es el precepto que la razón constituye sin necesidad de esfuerzo discursivo, sin deliberación ni debate interior por parte del sujeto. Y hay que subrayar que se trata de un precepto de la razón, es decir, del objeto o contenido del acto final y perfecto (praecipere) de la razón práctica, al que sigue ya la acción. No se trata, pues, ni de la proposición que expresa verbalmente ese precepto –que sería objeto de un acto de la razón teórica–, ni del contenido del juicio de conciencia, pues este juicio es un acto imperfecto y preliminar de la razón práctica. Esto explica que Santo Tomás base la evidencia de los preceptos de ley natural –en la medida en que éstos son materiales y concretos– en la virtud (cf. ST., I-II, . El precepto evidente es la captación de algo como bien práctico, tal y como esta captación es en el virtuoso: no sólo verdadera o acertada, sino dotada de la certeza e inmediatez de lo natural, de lo espontáneo, de lo plenamente conforme con el propio modo de ser. La constitución del precepto de ley natural es precisamente lo opuesto a la experiencia de la obligación, al fenómeno deontológico: no puede representar la captación de algo como obligatorio, ni la autocaptación del sujeto como sometido a una ley.