p. 142 Este sentido común se ha ido diluyendo a medida que la convivencia política se ha ido desustancializando y se ha perdido la conciencia del sentido que posee la existencia en común. Este proceso ha implicado, lógicamente, la progresiva incapacidad para el diálogo público, para la deliberación común. La creciente privatización de la existencia humana, que ha conducido a la cultura individualista y de masas, ha incapacitado al hombre para experimentar lo público, lo común. Se ha perdido, en buena medida, el saber retórico, tanto por falta de ocasiones que exigieran su ejercicio, cuanto por carecer de las condiciones y recursos que lo hacen posible: apenas poseemos una tópica compartida, en la que pueda expresarse un sentido común ciudadano. Es comprensible que también el mismo lenguaje haya sido descuidado y empobrecido. Este deterioro verbal es la lógica consecuencia de una sociedad de individuos, en la que el diálogo es cada vez menos necesario para regularla, y en la que los ciudadanos tienen cada vez menos que decirse. La vida humana va haciéndose más y más trivial, a medida que la convivencia va consistiendo en compatibilizar mecánicamente individualidades: a medida que la sociedad no necesita fundarse en el diálogo porque está perfectamente "semaforizada".