p. 53 El bien común es la razón de la ley. La ley se dicta para el bien común: para hacer más concreta, desglosada y estable la forma de realizar el bien común, la ordenación del hombre a este bien. El bien común es el motivo último y fundamental del cumplimiento de la ley, y la causa de la obligatoriedad de ésta. Por lo tanto, si en algún caso el cumplimiento de la ley se volviera perjudicial para el bien común, no habría que obedecerla según la misma letra de la ley67. El supuesto de esta afirmación es una ley que es tal verdaderamente, que es justa y legítima, y que, por tanto, merece de suyo ser cumplida. En el caso de que, circunstancialmente, el cumplimiento de una ley así resultara perjudicial para el bien común, dicha ley dejaría de obligar en lo que respecta a la literalidad de su contenido, pero conservaría la obligatoriedad de su espíritu o intención, que, por tratarse de una ley en principio válida, apuntaría verdaderamente a la realización del bien común.

La Ley es para el bien común, y lo mismo puede decirse de la virtud, que – como hemos visto– es la cualificación operativa que dispone el sujeto de cara al bien común. Por esto, la intención del gobernante ha de mirar primera y principalmente al bien común, y secundariamente al orden de la justicia y de la virtud, por medio del cual el bien común se alcanza y se conserva68. El objeto inmediato y principal del gobernante político, de la acción política, es el bien común, que constituye el fin y la fuente de sentido de la ley, de la justicia y la virtud. Ciertamente, no es posible atender al primero sin atender a las segundas al mismo tiempo, pero, de cara a este último cometido, es importante ser consciente de que el valor de la justicia y de la virtud radica en su necesidad para el bien común. Si es importante que cada uno tenga lo suyo, lo es porque sólo así el bien común se realiza verdaderamente como tal. Hablando con todo rigor, el objetivo de la polis no es ser justa, consistir en un orden jurídico que garantice que cada uno tenga lo suyo. La finalidad de la polis es constituir un buena comunidad, un verdadero bien común de todos los ciudadanos, lo cual exige, ciertamente, que, dentro de ella, todos y cada uno participen efectivamente de dicho bien como les corresponde.
  1. Santo Tomás de Aquino, S. Th., I-II, q 100, a 8 c.