RESUMEN:
«El hombre, para que resplandezca en él la imagen de Dios, debe, ante todo y sobre todo, aceptar la purificación mediante la cual el escultor, o sea Dios, le libra de todas las escorias que oscurecen el aspecto auténtico de su ser»



TEXTUAL:
p. 84 Esta misma idea, aplicada al ámbito antropológico, se encontraba ya en san Buenaventura, el cual explica el camino a través del cual el hombre llega a ser él mismo auténticamente partiendo de la comparación del cincelador de imágenes, o sea el escultor. El escultor no hace nada, dice el gran teólogo franciscano. Su obra es una «ablatio»; consiste en eliminar, en quitar lo que es inauténtico. De esta manera, a través de la ablatio, surge la nobilis forma, la figura preciosa(*). De la misma manera el hombre, para que resplandezca en él la imagen de Dios, debe, ante todo y sobre todo, aceptar la purificación mediante la cual el escultor, o sea Dios, le libra de todas las escorias que oscurecen el aspecto auténtico de su ser y que hacen que parezca sólo un bloque burdo de piedra, cuando en realidad habita en él la forma divina.

(*) 4 Coll. in Hex. II 33; Quaracchi V, 342 b: «Esta ascensión ocurre por afirmación y ablación... A la ablación sigue siempre el amor... El que esculpe una figura (sculpit figuram) no pone nada; más bien quita, y en la misma piedra deja dentro la figura bella y noble (relinquit formam nobilem et pulchram). Así también el conocimiento de la divinidad hace que quede en nosotros, por ablación, una disposición nobilísima».



FUENTE:
RATZINGER, Joseph: La Iglesia (Libro) , , Ed.San Pablo, 1992 Madrid 84


FUENTE AMPLIADA:
RATZINGER, Joseph: La Iglesia Ed. San Pablo, Madrid, 1992 (1991)


CLAVES: Cristianismo > Santidad del cristiano > Purificación