RESUMEN:
La singularidad de la liturgia eucarística consiste en que es Dios mismo el que actúa, y que nosotros nos sentimos atraídos hacia esta acción de Dios. La liturgia tiene que mostar el verdadero teo-drama que en ella se realiza


TEXTUAL:
Pág. 197: Esta actuación de Dios, que se lleva a cabo a través del discurso humano, es la verdadera «acción» de la que está pendiente toda la creación: los elementos de la tierra son trans-substanciados, arrancados, por así decirlo, de su enraizamiento creatural, asumidos en el fundamento más profundo de su ser y transformados en el cuerpo y la sangre del Señor. Se anticipan el cielo nuevo y la tierra nueva. La verdadera «acción» de la liturgia, en la que todos nosotros hemos de tener parte, es la acción de Dios mismo. Ésta es la novedad y la singularidad de la liturgia cristiana: Dios mismo es el que actúa y el que hace lo esencial. Da paso a la nueva creación, se hace accesible, de tal manera que podemos comunicarnos con Él personalmente, a través de las cosas de la tierra, a través de nuestras ofrendas.



Pág. 198: Ciertamente, el sacrificio del Logos ya está aceptado para siempre. Sin embargo, nosotros tenemos que pedir para que se convierta en nuestro sacrificio, porque nosotros mismos, como hemos dicho, somos transformados en el Logos y nos convertimos, de esta manera, en el verdadero cuerpo de Cristo: de eso se trata. Y esto es lo que hay que pedir en la oración. Esta misma oración es un camino, es encaminar nuestra existencia hacia la Encarnación y la Resurrección.



En esta «acción», por la que nos acercamos, orando, a la participación, no hay diferencia alguna entre el sacerdote y el laico. Indudablemente, dirigir la oratio al Señor en nombre de la Iglesia y hablar, en su punto culminanate, con el Yo de Jesucristo, es algo que sólo puede suceder en virtud del poder que confiere el sacramento. Pero la participación es igual para todos, en cuanto que no la lleva a cabo hombre alguno, sino el mismo Señor y sólo Él. Para todos nosotros se trata, según se lee en 1 Cor 6,17 de que: «El que se une al Señor es un espíritu con Él». Se trata de superar, en última instancia, la diferencia entre la actio de Cristo y la nuestra, de modo que exista únicamente una acción, que sea, al mismo tiempo, suya y nuestra -nuestra en el sentido de que nos hemos convertido en «un cuerpo y un espíritu» con Él. La singularidad de la liturgia eucarística consiste, precisamente, en el hecho de que es Dios mismo el que actúa, y que nosotros nos sentimos atraídos hacia esta acción de Dios. Frente a esto, todo lo demás es secundario.



Pág. 199: El hacer queda en segundo plano cuando nos encontramos ante lo que cuenta: la oratio. Tiene que ser visible que la oratio es lo esencial, y que su importancia reside en el hecho de dar paso a la acción de Dios. Quien haya comprendido esto entiende fácilmente que ya no se trata de mirar al sacerdote o dejar de mirarlo, sino de mirar al Señor, salir a su encuentro.



La entrada en escena, casi teatral, de los distintos actores que hoy podemos presenciar, sobre todo en la presentación de las ofrendas, deja, sencillamente, de lado lo esencial. Cuando las particulares acciones exteriores (que realmente no son muchas y se multiplican de manera artificial) se convierten en lo esencial de la liturgia, y la misma liturgia queda degradada en un genérico hacer, se malogra el verdadero teo-drama de la liturgia, que acaba reducido a espectáculo.



La verdadera formación litúrgica no puede consistir en el aprendizaje y ensayo de las actividades exteriores, sino en el acercamiento a la actio esencial, que constituye la liturgia, en el acercamiento al poder transformador de Dios que, a través del acontecimiento litúrgico, quiere transformarnos a nosotros mismos y al mundo. Claro que, en este sentido, la formación litúrgica actual de los sacerdotes y de los laicos tiene un déficit que causa tristeza. Queda mucho por hacer.



FUENTE:
RATZINGER, Joseph: El espíritu de la liturgia (Libro) , , Ed.Cristiandad, 2001 Madrid 197, 198, 199


FUENTE AMPLIADA:
RATZINGER, Joseph: El espíritu de la liturgia Ed. Cristiandad, Madrid, 2001


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