RESUMEN:
Cuando Sto. Tomás explica la primera petición del Padre Nuestro «santificado sea tu nombre» dice que también pedimos que por nuestro ejemplo los demás alaben a Dios, al ver nuestras buenas obras.


TEXTUAL:


CAPITULO 8 De la primera petición («santificado sea tu nombre»), en la que se nos enseña a desear que el conocimiento de Dios, ya incoado en nosotros, llegue a hacerse perfecto, y también se nos enseña que este perfeccionamiento es posible

[Nota al pie 97*: Recordemos que la pasión es un movimiento del apetito sensitivo que procede de la aprehensión por parte de la imaginación de un bien o un mal, y va acompañado de cierta transmutación corporal. En el apetito concupiscible radican seis pasiones: tres de ellas se refieren al bien (amor, deseo y gozo) y las otras tres al mal (odio, fuga y tristeza). En el apetito irascible se encuentran cinco pasiones: dos acerca del bien (esperanza y desesperación) y tres referentes al mal (audacia, temor e ira) (cfr. Summa Theologiae, parte 1.2, q. 23, a. 4).]



§572. (...) Para manifestar su santidad, entre otros indicios, Dios se vale sobre todo de la santidad de los hombres, que procede de la misma inhabitación de Dios en ellos, porque, como dice Gregorio Niseno: «¿Quién es tan estúpido que viendo en los creyentes una vida pura, no glorifique el nombre que invocan los que tienen semejante vida?» [San Gregorio Niseno: De oratione doiminica, orat. 3]. San Pablo insiste en la misma idea a los Corintios: « En cambio, si todos profetizan y entrara algún infiel o una persona sencilla, todos le convencerán de sus errores, todos le harán reflexionar; los secretos de su corazón quedarán al descubierto, y cayendo sobre su rostro adorará a Dios proclamando: "Verdaderamente Dios está en medio de vosotros"» (1 Cor 14, 24-25). Se evidencia así la certeza de la sentencia del Crisóstomo, que al comentar Santificado sea tu nombre, ordena al orante que pida que Dios sea glorificado por medio de nuestra vida, como si dijera: haz que vivamos de tal suerte, que seamos causa de que todos los hombres te glorifiquen.

Por tanto, en la medida que nosotros somos santificados por Dios, Él es glorificado en las mentes de los demás, y por esta razón, al decir Santificado sea tu nombre, deseamos, como dice San Cipriano, que «su nombre sea santificado en nosotros». Conforme con aquellas palabras del Señor: «sed santos vosotros, pues que Yo soy santo» (Lev 11, 44; cfr. 1 Pet 1, 16), pedimos perseverar en el estado de santidad en que fuimos constituidos por el bautismo.



FUENTE:
DE AQUINO, Tomás: Suma de Teología, I-II (Libro) , , Ed.Biblioteca de Autores Cristianos, 1989 Madrid Libro II: [Sobre la Esperanza]


FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Compendio de Teología Ed. Rialp, Madrid, 1980 (1269)


CLAVES: Cristianismo > Difusión del cristianismo > Con el ejemplo